Necesitamos con urgencia un horizonte estratégico

Debemos acoplarnos a un mundo posindustrial con la determinación política, inteligencia y estabilidad de objetivos que el país no tuvo en el último medio siglo.

POR DANIEL MONTOYA

De algún modo, Argentina experimentó ese proceso destructor en 2001. No debe repetirse algo similar. Preservar la integración social es una misión primordial del liderazgo político. Más aún, según una encuesta reciente de Zuban Córdoba, el 70% de los argentinos creen que el Estado debe actuar para solucionar los problemas económicos y sociales. No podemos caer en facilismos promovidos desde algunas usinas de mal llamado liberalismo, pero tampoco pasar por alto que no están a nuestro alcance las recetas expansivas clásicas aplicadas por algunos países. En especial, Estados Unidos abordó la salida de la depresión ocasionada por aquella primera gran crisis financiera del siglo XX, a través de una batería de poderosas iniciativas estatales englobadas bajo la bandera del “New Deal”. Para muestra sobra el magnífico hito de la Autoridad del Valle del Tennessee. Ese tipo de políticas resulta inescindible de un proceso previo de acumulación de riqueza que, para la gran potencia emergente en aquella época, implicó llegar a la antesala de la crisis del 29 tirando manteca al techo, en el marco de los “locos años 20”. Por el contrario, aun no revistiendo la gravedad de la debacle alemana de entreguerras, Argentina entró a la catástrofe del Covid-19 con una parálisis económica de una década, pero dentro de una saga negativa de largo plazo aún peor, es decir, un estancamiento del ingreso per cápita desde mediados de la década del 70 que exige, a los gritos, la definición de un nuevo modelo de acumulación económica.

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